10/1/11

SENSACIONALES REVELACIONES DE UN OBISPO: LOS GAYS PLANEAN APODERARSE DEL MUNDO.

Carlos Hermida

Durante cerca de cuarenta años los españoles aprendimos que una tríada infernal integrada por comunistas, masones y judíos conspiraban para destruir nuestra hermosa patria. Sin descanso, los eternos enemigos de España elaboraban pérfidos planes para acabar con la felicidad y la paz que nos proporcionaba el régimen franquista. Pero la vigilancia permanente de Franco (eterna lucecita encendida en su despacho de El Pardo), su rectoría insuperada y su inasequible desvelo nos libró de perecer ante al poderoso contubernio judeo-masónico-marxista. Las temibles huestes de Moscú, los taimados banqueros de Judá y los resentidos masones nada pudieron hacer frente a los aguerridos miembros de la Brigada Político-Social, los militares patriotas y los honorables juristas del Tribunal de Orden Público. Sus oscuros propósitos desaparecieron en los sótanos de la Dirección General de Seguridad, ante los piquetes de ejecución o en las largas condenas de penitencia carcelaria que el régimen impuso para la redención de tantas almas pecadoras.

Cuando la Unión Soviética desapareció, los españoles amantes del orden y de la familia católica pudieron, por fin, sentirse tranquilos. Ya nada amenazaba su plácida vida y ahora sí que podrían disfrutar del chalé adosado sin temor a que una revolución proletaria colectivizara las barbacoas de la urbanización. Y así llegó la relajación, y la tensa vigilia de antaño se tornó en una vida placentera, sin necesidad de hacer guardia sobre los luceros, como había advertido el protomártir fascista. Confiadas en las disquisiciones intelectuales de ciertos ensayistas foráneos, que predicaban el “Fin de la Historia” y la definitiva derrota de las fuerzas del Mal, la burguesía y las clases medias abandonaron las trincheras y se olvidaron de las advertencias del Caudillo sobre la necesidad de estar siempre en guardia ante las maquinaciones de los sempiternos antiespañoles.

Afortunadamente, la institución más preclara de nuestro país, iluminada por las miles de hogueras de la Inquisición, nos advierte una vez más de un peligro inminente. El obispo de Córdoba, monseñor Demetrio Fernández, ha afirmado en su homilía de la festividad de la Sagrada Familia celebrada el 26 de diciembre del pasado 2010 en la catedral de Córdoba, que la UNESCO tiene programado un plan para hacer que dentro de 20 años la mitad de la población mundial sea homosexual. El obispo atribuyó la revelación al cardenal Ennio Antonelli, alto cargo vaticano que preside el Consejo Pontificio para la Familia.

Los servicios secretos de los países más desarrollados han sido incapaces de detectar un plan tan sofisticado y maquiavélico como el desvelado por el obispo cordobés. La CIA, el M16 y el Mossad han demostrado su incompetencia ante la gravísima amenaza que se cierne sobre el mundo. Porque esta vez no se trata de España, sino de la Cristiandad, de la civilización occidental. Y ha sido un obispo español, experto en conspiranoia, quien nos alerta sobre el Apocalipsis final. ¿Quién hubiera podido imaginar que tras la fachada de las Naciones Unidas y de uno de sus organismos especializados dedicado a la difusión de la educación y de la cultura, se escondía una perversa conspiración de dominación mundial?

En el año 2030, 4.000 millones de gays impondrán en el mundo una férrea dictadura. Leyes draconianas abolirán la familia cristiana y patriarcal, impedirán las relaciones sexuales entre hombres y mujeres, y las parejas heterosexuales se refugiarán en los lavabos de los cines y en los urinarios públicos, perseguidos sin tregua por una policía política ataviada con ceñidos uniformes de cuero. Las calles y los transportes públicos serán vigilados por cientos de cámaras que observarán cualquier roce improcedente entre personas de distinto sexo. Las mujeres embarazadas serán recluidas en centros de detención especiales y, tras el parto, sus hijos pasarán a depender del Estado Homosexual, el día del orgullo gay se convertirá en fiesta nacional y las radios y televisiones emitirán continuamente clases de Educación para la Ciudadanía. En los colegios e Institutos, fanáticos maestros y profesores educarán a los niños y niñas en el relativismo moral y el materialismo ateo.

Gracias al obispo cordobés sabemos que nos enfrentamos a una formidable amenaza, que esta vez no proviene de la estepa rusa, ni de las clandestinas Logias, ni de los centros financieros internacionales. Una internacional sodomita con centro en la ONU ha extendido sus tentáculos por toda la sociedad, ganando voluntades, pervirtiendo instituciones, arrumbando valores tradicionales. Pero España dispone de reservas espirituales y materiales para vencer al maligno. Y generosamente ofrecemos nuestros remedios al resto del mundo. En primer lugar, salirse de las Naciones Unidas (“si ellos tienen ONU, nosotros tenemos dos”, como racialmente se afirmó en 1946); en segundo lugar, lectura obligatoria en todas las escuelas y colegios de las proclamas de Millán Astray, acompañadas de exhibiciones marciales de la cabra de La Legión y, finalmente, sustituir las prácticas psiquiátricas comunistoides por las terapias viriles de Vallejo Nájera. Si los pueblos del mundo perseveran en estos remedios, no hay duda de que las legiones gays huirán despavoridas, y volveremos a disfrutar por muchos años de esos bares llenos de sifilíticos mentales, analfabetos, paletos descerebrados y maltratadores de mujeres que, delante de una copa de aguardiente barato, dan rienda suelta a sus frustraciones y exhiben un machismo tétrico y cobarde.