5/5/10

Tesis sobre la Segunda República

I. La II República española fue el resultado de una alianza de sectores de las clases medias y de la pequeña y mediana burguesía con amplios segmentos de la clase obrera. Esta alianza táctica, plasmada en el Pacto de San Sebastián (agosto de 1930) se inscribe en una crisis de hegemonía del bloque de poder combinada con una crisis del sistema de dominación implantado a partir de la restauración monárquica de 1875.

El incremento numérico de la clase obrera, su fortalecimiento organizativo y su creciente conciencia de clase amenazaron a partir de 1900 las bases del orden económico, social y político impuesto por la oligarquía agraria tras el derrocamiento de la Primera República. Por otra parte, el proceso de acumulación capitalista que se desarrolla en España como consecuencia de la neutralidad del país en la Primera Guerra Mundial originó fuertes tensiones en el bloque de poder, derivadas del creciente poder económico de la burguesía financiera e industrial. El propio enfrentamiento de las clases dominantes impidió la implantación de un nuevo sistema de dominación capaz de desactivar el potencial revolucionario del proletariado. El fracaso de la Dictadura de Primo de Rivera refleja las contradicciones de la burguesía española a la hora de establecer un modelo político que reubicase a los trabajadores en el marco del sistema capitalista.

Esta situación permitió maniobrar a las clases dominadas hasta forjar la conjunción republicano-socialista que venció en las elecciones del 12 de abril de 1931 y permitió la proclamación de la República el 14 de abril.


II. La II República no fue en momento alguno un régimen revolucionario. Representó un proyecto reformista de modernización cuyo objetivo era remover los obstáculos que impedían el acercamiento de España a los principales países de Europa occidental. Las reformas que llevó a cabo el gobierno presidido por Manuel Azaña entre 1931 y 1933 --reforma militar, eclesiástica, agraria, educativa y reforma del estado centralista-- no pretendieron en ningún momento sobrepasar los límites del capitalismo. Sin embargo, el fracaso de algunas de ellas, en especial la reforma agraria, originó serios enfrentamientos entre republicanos de izquierda y socialistas, frustrando temporalmente la alianza que había desplazado del poder a la gran burguesía Además, la implacable hostilidad del anarquismo hacia la República impidió la estabilidad del régimen.

III. Desalojada parcialmente de los centros de poder, la burguesía mantuvo fuertes posiciones en el aparato del Estado y consiguió en poco tiempo construir una fuerza política con capacidad para recuperar el gobierno. Ese instrumento político fue la Confederación Española de Derechas Autónomas (CEDA), liderada por Gil Robles, cuyo objetivo era destruir el régimen republicano desde dentro, mediante una victoria electoral. No obstante, las contradicciones entre las fracciones de burguesía seguían presentes. Frente a la vía electoralista de la CEDA, otros sectores se inclinaban abiertamente por la vía golpista, opción que tomo forma en la intentona de Sanjurjo en agosto de 1932.

IV. La revolución de Octubre de 1934 fue una reacción defensiva del proletariado frente a la victoria de la CEDA en las elecciones de 1933 y su entrada en el gobierno en octubre de 1934. Mal planteada y pésimamente organizada --Largo Caballero estaba a años luz de ser el “Lenin español”--, la insurrección obrera debe ser entendida en el contexto europeo y español del momento. La CEDA no se declaraba republicana y su discurso político estaba en sintonía con el fascismo.

Por otra parte, la experiencia alemana estaba muy presente en los obreros españoles. Hitler había llegado al poder en enero de 1933, tras vencer en las elecciones, y en seis meses había destruido la República de Weimar e implantado una dictadura nacional-socialista. ¿Debía el proletariado español dejarse aplastar por quienes afirmaban que la democracia sólo era un medio y no un fin, y que estaban dispuestos a suprimir el parlamento si no se sometía? Acusar a los socialistas de romper el juego democrático es ignorar interesadamente que la CEDA no aceptaba la democracia.


V. El Frente Popular fue la renovada concreción política del proyecto reformista de 1931, ampliado con la participación de los comunistas. El programa frentepopulista no suponía ningún desbordamiento revolucionario, sino la reactivación de las reformas del primer bienio, con una sustancial alteración de la estructura de la propiedad sobre la base de la desaparición de los latifundios. La aplicación íntegra de ese programa habría consolidado una República democrática y popular articulada sobre un nuevo bloque de poder integrado básicamente por la clase obrera y la pequeña burguesía, desplazando definitivamente al bloque social de terratenientes, burguesía financiera y burguesía industrial.


VI. El golpe militar de julio de 1936 fue el instrumento que utilizó la oligarquía española para cerrar la crisis de dominación que se había abierto desde comienzos del siglo XX. Mediante la guerra y la posterior dictadura fascista, las organizaciones obreras fueron destruidas y la clase obrera quedó sometida mediante el terror y el encuadramiento obligatorio en el sindicato vertical. Discutir sobre el carácter de la insurrección militar señalando las diferencias políticas entre monárquicos, carlistas y falangistas es perder de vista el elemento medular de la rebelión: la liquidación completa y sistemática de las estructuras organizativas del proletariado. La función histórica del fascismo se reviste en España de uniformes militares y sotanas.

VII. Las justificaciones de la rebelión militar, puestas de nuevo en circulación por los voceros y panfletistas del Partido Popular no resisten un análisis científico. En la primavera de 1936 no existía caos ni anarquía, aunque los terroristas de Falange intentaban con sus atentados crear un clima de violencia y miedo. El golpe de estado se produjo en el mes en que hubo menos víctimas mortales por atentados y enfrentamientos con la policía.

El manido argumento de la inminente revolución comunista es una patraña patética. A la altura de 1936, los comunistas de todo el mundo defendían la democracia parlamentaria frente al peligro fascista y la consigna de revolución socialista había pasado a segundo plano. Las formación de alianzas antifascistas constituía la tarea política prioritaria de los comunistas.

En cuanto al atentado que costó la vida a Calvo Sotelo y que la derecha sigue exhibiendo como prueba definitiva de que España se despeñaba por un abismo de desorden e inseguridad, será suficiente con recordar que este individuo hacia llamamientos continuos al ejército para que destruyese la República. Era un conspirador, un golpista, un provocador, y la responsabilidad de su muerte recae sobre él mismo.


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