4/4/09

Una reflexión a proposito del 60º aniversario de la OTAN

Visarión

En el sexagésimo aniversario de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN o NATO), los dirigentes de los países miembros se han reunido para darse palmadas en la espalda, valorar cómo van las cosas en Afganistán y recordarnos la permanente amenaza del terrorismo.

Agitar el fantasma de una amenaza real o ficticioa para conseguir nuestra aquiescencia silenciosa no es un método nuevo para la OTAN. Cuando fue evidente para todos que la victoria en la Segunda Guerra Mundial era cuestión de tiempo (principalmente por la heroica resistencia del pueblo soviético), los vencedores empezaron a plantearse cómo iba a ser el mundo a partir de ese momento. Para los americanos y los aliados occidentales, fue evidente que el enemigo volvía a ser el bloque comunista, tras una efímera alianza obligada por la beligerancia de unos regímenes fascistas que ellos mismos habían alimentado en la Europa Central como perro de presa contra la URSS.

La devastada Europa era un terreno abonado para el triunfo de los partidos comunistas, que en ese momento gozaban del máximo prestigio por haber organizado los movimientos de resistencia a los nazis y por la victoria militar de la URSS, además del descrédito generalizado de las viejas instituciones políticas. Poco dispuestos a ceder ni un metro de terreno más de lo estrictamente necesario a los comunistas, los Aliados prepararon una campaña para desactivarlo que tuvo como inicio el lanzamiento de dos bombas atómicas consecutivas el 6 y el 9 de agosto de 1945 en ciudades densamente pobladas, Hiroshima y Nagasaki.

Aunque oficialmente se argumentó que se deseaba quebrar por completo la voluntad de combatir del militarista Imperio Japonés y salvar vidas americanas, lo cierto es que fue un acto salvaje a todas luces que podría haberse evitado. Si se deseaba mostrar el asombroso poder de la nueva arma atómica, podía haberse probado sobre un objetivo militar, por ejemplo una de las innumerables y despobladas islas del Pacífico que aun controlaba Japón. La explicación a la barbarie estadounidense hay que buscarla un poco más al Este: cumpliendo los acuerdos de Yalta, los soviéticos habían declarado la guerra a Japón e invadido Manchuria, al norte de China, y pronto llegaron al paralelo 38º que divide el norte y el sur de Corea. El establecimiento de gobiernos comunistas en Asia a imagen y semejanza de lo ocurrido en Europa del Este era intolerable para Estados Unidos, y se tomó la decisión de acabar la guerra de forma expeditiva y avisar a toda la humanidad, y particularmente a la parte de ella que vivía en el Kremlin, del comienzo de la indiscutible hegemonía americana.

La OTAN se configura como el frente militar en la lucha contra el comunismo. Aunque los apologetas suelen presentarla como un pacto meramente defensivo frente al Pacto de Varsovia, lo cierto es que es la alianza soviética la que se funda como respuesta a la OTAN en 1955, en tanto que la organización atlántica lo hace en 1949. Además, en 1954, un año antes de la creación del Pacto de Varsovia, la Unión Soviética se ofreció a formar parte de la Alianza, para asegurar que, efectivamente, los estados miembros no tenían nada que temer. Fue rechazada. El Plan Marshall en lo político-económico -y es que los criterios de entrega de los fondos de reconstrucción no fueron desde luego indiferentes al tipo de gobierno del país, como fue el caso de la España franquista, el Portugal salazarista o una Turquía estratégicamente situada y neutral durante la guerra, e incluían el requisito de someter la economía nacional al control estadounidense- y las subvenciones millonarias y ediciones de la CIA de los intelectuales favorables en lo cultural completaron a grandes rasgos el cuadro de los frentes que se presentaron en Europa al comunismo.

En conjunto, la OTAN cumple fundamentalmente dos objetivos. El primero es servir de instrumento legitimador de la política exterior de EE.UU. para las amenazas globales al statu quo. En este sentido, su éxito es limitado, porque Estados Unidos prefirió en muchas ocasiones actuar en solitario (como en la segunda guerra contra Irak). Respecto a la Unión Soviética, la premisa es amenazarla en todos los frentes. A través de diversos pactos de multilateralismo limitado, Estados Unidos establece alianzas militares con todos los países que rodean a la Unión Soviética, excluida, con matices, China. Esto se complementa con el recurso a los servicios secretos y a los pactos discretos, para desestabilizar un país y posteriormente asegurar un Gobierno afín. Es el caso de muchos países latinoamericanos, como Chile.

El segundo objetivo de la OTAN, y en este el éxito sí es total, es, por un lado, integrar a los países europeos en la órbita estadounidense, y por otro establecer una serie de mecanismos políticos que eviten que estos desarrollen una política exterior propia, sirviendo de contrapeso a instituciones unitarias en lo económico como la CECA. Estados Unidos prefirió mantener una Europa dividida entre Occidente y Oriente para poder ser el árbitro de todas las disputas.

El caso paradigmático es el de Alemania, que en virtud de los acuerdos de guerra fue dividida en tres territorios que serían gestionados por los aliados y un cuarto por la Unión Soviética. Llegado el momento de decidir el destino político de la dividida Alemania, Stalin plantea la posibilidad de reunificarla en la famosa nota de Stalin, que planteaba una Alemania unida pero neutral y desmilitarizada.

La respuesta estadounidense fue ir dotando a sus territorios (pues había heredado la gestión de las tres regiones occidentales) de una serie de instituciones de gobierno y de una moneda propia, en lo que acabaría constituyéndose en la República Federal Alemana. Este nuevo país formó un Gobierno al cargo de Konrad Adenauer, que unía, nada casualmente, el cargo de ministro de Exteriores al de canciller. También contó con la colaboración de muchos "ex-"nazis, particularmente en la policía y las fuerzas de seguridad. Fue él quien pidió a los estadounidenses que mantuvieran su ejercito en territorio alemán y crearan una serie de bases, como se haría más tarde en España. Por cierto que estas bases estaban pagadas por la RFA.

En Italia, Occidente se encuentra con un Partido Comunista que arrasa sistemáticamente en las elecciones. Para evitar que forme Gobierno, se inyectan miles de millones de dólares a los democristianos y los socialdemócratas que, con apoyo de la Mafia y el Vaticano, logran establecer un turnismo que excluye a los comunistas. La situación es un estancamiento total de la vida política, un parasitismo donde los partidos políticos tienen perfectamente delimitada sus respectivas parcelas de poder y dependen de la corrupción y el dinero negro para su sostenimiento. A principios de la década de los 90 todo esto se viene abajo, cuando una serie de juicios deja al descubierto la podrida médula de todos los partidos, incluido el PCI, y el sistema se derrumba en bloque. Es el momento en que miles de minúsculos partidos de izquierda y otros tantos de derecha vagamente encuadrados en dos grandes formaciones de izquierda y derecha pero cada uno con su política propia se disputan el poder en gobiernos cada vez más inestables. Así ha sido hasta que Berlusconi crea su nuevo partido de derecha junto a los fascistas, el Popolo de la Libertá.

Al norte de los Pirineos, lo que encontramos es una Francia dominada políticamente por el General De Gaulle, que cumple una función similar monopolizando la vida política y desactivando paulatinamente al PCF. Es el único país de la OTAN que no se subordina completamente a EE.UU, nuclearizándose y manteniéndose en una posición ambigua dentro de la Alianza Atlántica. Hasta que llegó Sarkozy. Y es que el bombero europeo ha emprendido la otanización de Francia, convirtiéndola en un miembro como todos los demás.
En resumen, una Europa completamente dividida e incapaz de auto-organizarse para suponer un contrapeso efectivo de los EE.UU. Cuando nos venden la formación paulatina de la Unión Europea como un proceso idílico, con políticos de buena voluntad por todas partes siendo el cemento del Viejo Continente mienten sistemáticamente. Y desde luego, la actitud de Estados Unidos ni es ni ha sido de paternal tutor en segundo plano. Con todos los defectos que se le quieran achacar, y desde luego son muchos, es evidente que el único camino que conduce siquiera vagamente a una independencia europea es el que pasa por la UE. Los intentos de boicotear la Unión desde dentro que han protagonizado las distintas Administraciones norteamericanas a través de sus países amigos -Reino Unido- o satélites -Polonia- son el resultado de la simbiosis entre la UE y la OTAN europea a la que tanto nos hemos acercado en algunos momentos.

Así, la OTAN se ha presentado como un apéndice de EE.UU cuando necesita legitimar su dominio o emprender campañas que no puede abordar por sí sólo, como la construcción de bases militares exclusivamente estadounidenses en territorio soberano de países miembros, y también como una extensión de su política a través del dominio que ejerce sobre ella, como es el caso del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional.

Los medios de comunicación y los intelectuales al servicio del Sistema aprovechan la simpatía que ha despertado la victoria de Obama (marca ®egistrada) para volver a vendernos la matraca de siempre: que estar al lado de Estados Unidos es lo correcto, que llevarse mal con el amo es un error y un déficit de la política de Zapatero. No es nada sorprendente, si se tiene en cuenta que el Estado español está plagado de hombres de Estados Unidos, como el Defensor del Pueblo, Enrique Múgica Herzog (un gran amigo del Estado de Israel) o el mismo Rey Juan Carlos, que no en vano fue al Congreso norteamericano nada más morir Franco y convertirse en rey a presentar sus respetos y decir que para lo que usted mande.

Lo que sí es sorprendente es que, así como algunos critican tímidamente la subordinación de España a Mr. Marshall desde la izquierda institucional, nadie cuestiona la plena integración de España en la estructura de la OTAN, ni la permanencia de bases americanas con material nuclear en suelo español (responsables, por cierto, de la "caída accidental" de cuatro bombas de hidrógeno en Palomares, en 1966, cuyas consecuencias para la flora, fauna y población aun permanecen silenciadas. España, que entonces era "una, grande y libre", respondió... mandando a Fraga a exhibirse en bañador).

Lo cierto es que la soberanía nacional es totalmente incompatible con la integración de un país en la OTAN, que no es otra cosa que una versión actualizada de la Liga de Delos, que allá por el siglo V antes de nuestra era sometió a casi todas las ciudades-Estado de Grecia a la tutela obligada de Atenas en virtud de una supuesta defensa contra los persas. El resultado, como no podía ser de otra manera, fue una guerra brutal, la del Peloponeso, que dejó exhausta a Grecia y despejó el camino a la vecina Macedonia.

Ya pasó con la antigua Yugoslavia, un país totalmente viable que fue desgajado a mayor gloria del capital inversor, o la primera guerra de agresión contra Irak, en busca de petróleo barato, ocasiones ambas en las que participó España. La OTAN demostró que es un órgano imperialista, al servicio de la violencia y los intereses de los mismos ricos y poderosos de siempre. Salir de ella es más que una obligación moral: es una cuestión de supervivencia.

1 comentario:

Rocío Castro dijo...

Eres "único", como el Bitter Kas

Gracias de nuevo.


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Salud