28/3/09

Aurora cultural: En el 57º aniversario de la muerte de Miguel Hernández le recordamos más que nunca

Proyecto Aurora
Si hace un mes recordábamos la muerte de Antonio Machado, uno de los mejores poetas de la España contemporánea, y probablemente de toda nuestra historia, hoy rendimos homenaje a otro de los poetas de aquella malhadada Generación del 27.

Aunque lo cierto es que el nombre de Generación del 27 se nos antoja hoy muy poco apropiado, un nombre que obedece más al deseo del franquismo de desgajar lo mejor de la intelectualidad española del sueño de la República. Y es que si hay algo que caracteriza a estos poetas es su identificación con la Segunda República y con su proyecto cultural, desde La barraca de García Lorca, impensable en cualquier otra época de nuestra historia, a la abierta identificación de Machado con el republicanismo. Debería llamarse con toda justicia la Generación de la República.

Sería un delito no hablar de un hombre de extraordinaria sensibilidad, un ciudadano comprometido y un poeta excepcional que lucho contra el fascismo con la pluma y el fusil. Hablamos, cómo no, de Miguel Hernández.

Si Machado es el símbolo de los que partieron al exilio, Hernández lo es de la brutal represión desencadenada sobre los que se quedaron. Aunque el criminal fusilamiento de García Lorca había puesto al mundo en guardia del verdadero carácter del ejercito sublevado, el castigo reservado para los intelectuales a partir de entonces fue tanto o más terrible. Hernández fue encarcelado en repetidas ocasiones, y a pesar de que tuvo la oportunidad de huir de España, prefirió quedarse, quizá abrumado por que podía atisbar los cuarenta largos y negros años que quedaban por delante.

Murió como un perro en una celda infecta que compartía con Buero Vallejo en una cárcel de Alicante, enfermo de tuberculosis, y sabiendo cómo sus libros eran quemados.

Cuando pensamos en los republicanos que yacen en las cunetas, en fosas comunes, junto a la tapia de un cementerio, enterrados en fosas cavadas por sus manos o por las de los que les precedieron, tenemos que recordar que no basta con enterrarlos dignamente y olvidarnos de ellos, como pretenden los adalides de una supuesta "reconciliación". Tenemos que incorporarlos a nuestra memoria, recordar cada día quienes eran y por qué murieron, y quién los asesinó. No son sólo nuestros padres y abuelos. Son una lección que nunca aprendimos esperando a ser estudiada.

Cada día que pasa sin que escuchemos lo que tienen que decirnos son asesinados otra vez por la España más negra. Y una parte de nosotros muere con ellos. Escuchemos las palabras que nos trae el viento. El Viento del pueblo.

Este homenaje no estaría completo sin poesía; queremos pensar que Hernández lo hubiera preferido así. El compañero poeta Efrén ha recogido su testigó y le dedica esta composición:

Efrén

Miguel, perito en lunas, viento del pueblo, poeta de las cosas humildes, del amor hondo, cantor del niño yuntero, miliciano de la cultura, que supiste enfrentarte con la palabra, la pluma y tu bravo corazón a las fieras que nos robaron la luz de la República. Los que te dejaron morir en aquellas cárceles de espanto, siguen matando esperanzas, robando sueños. Los mismos jinetes negros vuelan por el cielo, arrasando otras ciudades, sembrando azufre y fuego.

Como titanes van los hombres alimentando hogueras, discutiendo entre nubes de pólvora el verdadero color de su idioma. Quizás algún día aprendan a amar lo que ellos nombran. Los guerreros han logrado conquistas a la medida de su común locura, pero los inmortales poetas como tú, Miguel de Orihuela, habéis extendido círculos de luz sobre la tierra.

Probablemente el poema más famoso de Miguel Hernández es Nanas de la cebolla, que compuso mientras estaba el frente como un regalo para su hijo, que subsistía, como su madre, a base de pan y cebolla.

Nanas de la cebolla

La cebolla es escarcha
cerrada y pobre:
escarcha de tus días
y de mis noches.
Hambre y cebolla:
hielo negro y escarcha
grande y redonda.

En la cuna del hambre
mi niño estaba.
Con sangre de cebolla
se amamantaba.
Pero tu sangre,
escarchada de azúcar,
cebolla y hambre.

Una mujer morena,
resuelta en luna,
se derrama hilo a hilo
sobre la cuna.
Ríete, niño,
que te tragas la luna
cuando es preciso.

Alondra de mi casa,
ríete mucho.
Es tu risa en los ojos
la luz del mundo.
Ríete tanto
que en el alma
al oírte, bata el espacio.

Tu risa me hace libre,
me pone alas.
Soledades me quita,
cárcel me arranca.
Boca que vuela,
corazón que en tus labios
relampaguea.

Es tu risa
la espada más victoriosa.
Vencedor de las flores
y las alondras.
Rival del sol.
Porvenir de mis huesos
y de mi amor.

La carne aleteante,
súbito el párpado,
el vivir como nunca
coloreado.
¡Cuánto jilguero
se remonta, aletea,
desde tu cuerpo!

Desperté de ser niño.
Nunca despiertes.
Triste llevo la boca.
Ríete siempre.
Siempre en la cuna,
defendiendo la risa
pluma por pluma.

Ser de vuelo tan alto,
tan extendido,
que tu carne parece
cielo cernido.
¡Si yo pudiera
remontarme al origen
de tu carrera!

Al octavo mes ríes
con cinco azahares.
Con cinco diminutas ferocidades.
Con cinco dientes
como cinco jazmines adolescentes.

Frontera de los besos
serán mañana,
cuando en la dentadura
sientas un arma.
Sientas un fuego
correr dientes abajo
buscando el centro.

Vuela niño
en la doble luna del pecho.
Él, triste de cebolla.
Tú, satisfecho.
No te derrumbes.
No sepas lo que pasa
ni lo que ocurre.

1 comentario:

Rocío Castro dijo...

Gracias a todos por recordar a éste poeta del pueblo.

Sin duda, la Nana de la Cebolla es un poema lleno de ternura y a la vez de esa angustia vital que seguramente sentiría Miguel Hernández al ver que su familia subsistía como podía, sólos su mujer y su hijo, a base de algo tan simple como pan y cebolla.

Pero mi poema favorito del poeta de Orihuela es "Elegía a Ramón Sijé", de un desgarro atroz. Nunca he leído nada más hermoso y a la vez más terrible y "violento" escrito por alguien como consecuencia de la pérdida de un amigo, nada más sentido ni dolor mejor expresado. Leyéndolo, casi se llega a compartir el sufrimiento de Miguel tras la muerte de Ramón Sijé,tal es la fuerza que desprende, te transmite de una forma tan clara y con tal sentimiento, que ni tan sólo una vez que lo haya leído me ha dejado impasible, incluso hasta las lágrimas.

Por Miguel y para vosotros:


ELEGIA A RAMÓN SIJÉ
.
(En Orihuela, su pueblo y el mío, se me ha
muerto como del rayo Ramón Sijé, con quien
tanto quería.)
.
Yo quiero ser llorando el hortelano
de la tierra que ocupas y estercolas,
compañero del alma, tan temprano.
.
Alimentando lluvias, caracoles
Y órganos mi dolor sin instrumento,
a las desalentadas amapolas
.
daré tu corazón por alimento.
Tanto dolor se agrupa en mi costado,
que por doler me duele hasta el aliento.
.
Un manotazo duro, un golpe helado,
un hachazo invisible y homicida,
un empujón brutal te ha derribado.
.
No hay extensión más grande que mi herida,
lloro mi desventura y sus conjuntos
y siento más tu muerte que mi vida.
.
Ando sobre rastrojos de difuntos,
y sin calor de nadie y sin consuelo
voy de mi corazón a mis asuntos.
.
.Temprano levantó la muerte el vuelo,
temprano madrugó la madrugada,
temprano estás rodando por el suelo.
.
No perdono a la muerte enamorada,
no perdono a la vida desatenta,
no perdono a la tierra ni a la nada.
.
En mis manos levanto una tormenta
de piedras, rayos y hachas estridentes
sedienta de catástrofe y hambrienta
.
Quiero escarbar la tierra con los dientes,
quiero apartar la tierra parte
a parte a dentelladas secas y calientes.
.
Quiero minar la tierra hasta encontrarte
y besarte la noble calavera
y desamordazarte y regresarte
.
Volverás a mi huerto y a mi higuera:
por los altos andamios de mis flores
pajareará tu alma colmenera
.
de angelicales ceras y labores.
Volverás al arrullo de las rejas
de los enamorados labradores.
.
Alegrarás la sombra de mis cejas,
y tu sangre se irá a cada lado
disputando tu novia y las abejas.
.
Tu corazón, ya terciopelo ajado,
llama a un campo de almendras espumosas
mi avariciosa voz de enamorado.
.
A las aladas almas de las rosas...
de almendro de nata te requiero,:
que tenemos que hablar de muchas cosas,
compañero del alma, compañero.
.
(10 de enero de 1936)