6/3/09

Los rojos no estaban locos

Proyecto Aurora

Hace una semana, con motivo del post sobre el presunto perturbado que había "agredido" a Letizia Ortiz, Rocío Castro, una de nuestras más queridas amigas, decía: "Es que me da que pensar que a ver si por el hecho de mostrar rechazo a la monarquía y ser republicanos, nos van a tildar de "perturbados" a todos aquellos que no sigamos al rebaño y la farsa impuesta, ¿o no podía ser que de verdad el señor aludido es que no traga tampoco porque le impongan lo que muchos no hemos pedido?, y ¿ha sido más fácil tildarlo de "perturbado" que "pasaba por allí", en vez de decir que en realidad expresó libremente el cabreo y el rechazo contra su majestad el rey,"la del telediario" y toda la familia ésa que no se ha ganado nada con el sudor de su frente, sino con el de la frente de todos los españoles que los mantenemos?".

Rocío tenía mucha razón, quizá más de la que le gustaría, pues lo que ella planteaba como una hipótesis sobre este caso fue durante mucho tiempo en España una verdad médicamente aceptada: que los rojos estaban locos. Hace poco encontrábamos una referencia clarificadora a ello en un artículo literario sobre Los santos inocentes y La familia de Pascual Duarte que puede consultarse entero aquí. El autor, amablemente, nos ha permitido reproducir la parte a que nos referimos:

"Pascual Duarte es muy probablemente un enfermo mental. A lo largo de sus memorias puede verse una persona con una conducta propia de un sujeto bipolar, que oscila entre etapas maníacas y etapas depresivas. Es cierto que podrían justificarse estos estados de ánimo en función de las desgracias que le suceden, pero es igualmente cierto que las memorias no son muy extensas, y Duarte (por seguir la ficción de Cela) nos cuenta sólo algunos episodios destacados por su brutalidad y nada de su vida cotidiana. Nuestra intuición se ve corroborada por el testimonio de uno de los testigos de su ejecución, que asegura que por sus gritos claramente era un enfermo mental.

Este asunto no es tan inocente como pudiera parecer. En la inmediata posguerra encontramos una España en la que las enfermedades mentales derivadas del trauma brutal de la guerra y la represión sistemática abundan entre los vencidos, particularmente la paranoia y el síndrome de estrés postraumático. A los enfermos reales hay que añadir aquellos que son internados como tales, bien sin serlo, o bien estando sanos en el momento de la detención y desarrollando más tarde la patología debido a los “tratamientos” a que fueron sometidos.

En el momento en que Cela escribió la novela aparecían una serie de estudios médicos que asimilaban “el marxismo” (paquete en el que se unían todos los perdedores de la guerra, independientemente de su ideología) a una serie de patologías mentales y a unas líneas de sangre. El más famoso de estos doctores seguidores de la doctrina del doctor Menguele es Vallejo-Nágera, que experimentó con presos rojos catalogados genéricamente como “imbéciles sociales”, entre los cuales encontró un elevado porcentaje de psicopatías y otras enfermedades. El médico militar buscaba “las relaciones que puedan existir entre las cualidades biopsíquicas del sujeto y el fanatismo político democrático-marxista”, partiendo de tres postulados: la relación entre determinada personalidad biopsíquica y la predisposición al marxismo, proporción del fanatismo marxista entre los inferiores mentales y proporción de psicópatas entre las masas marxistas. Evidentemente, sus estudios confirmaron sus hipótesis: “estos marxistas aspiran al comunismo y a la igualdad de clases a causa de su inferioridad, de la que seguramente tienen conciencia, y por ello se consideran incapaces de prosperar mediante el trabajo y el esfuerzo personal”.

Sus conclusiones acerca de las mujeres “marxistas” de Málaga son todavía hoy tristemente célebres y dejarían en ridículo al más descarnado documental sobre las prácticas nazis: “Si la mujer es habitualmente de carácter apacible, dulce y bondadoso débese a los frenos que obran sobre ella; pero como el psiquismo femenino tiene muchos puntos de contacto con el infantil y el animal, cuando desaparecen los frenos que contienen socialmente a la mujer y se liberan las inhibiciones frenatrices de las impulsiones instintivas, entonces despiértase en el sexo femenino el instinto de la crueldad y rebasa todas las posibilidades imaginadas, precisamente por faltarle las inhibiciones inteligentes y lógicas”.

Teniendo en cuenta el prestigio de que gozaba en la época y la amplia repercusión en la opinión pública, parece difícil creer que las características de Duarte son casuales, especialmente teniendo en cuenta el interés que tuvo Cela en las mujeres y especialmente en la Sección Femenina, a la que admiraba y de cuya revista, Y, era asiduo colaborador.

[...] Todo esto no resulta nada extraño si devolvemos La familia de Pascual Duarte a su justo lugar como la primera gran novela fascista de posguerra, tal como la consideraron sus contemporáneos. Cela plasma todo el ideario de Falange, a la que pertenecía, en sus páginas, desde el papel ambiguo de la mujer como fuente de pecado y de redención, hasta el papel salvador de la Iglesia, pasando por las consecuencias de la destrucción de la familia y la vida comunal –recordemos: familia, sindicato, municipio- y esas inquietudes sociales que articulaban la primitiva Falange y que provocaron una deriva errática a medida que en algunos intelectuales falangistas empezaron a aflorar sus contradicciones internas y a perder el rumbo –pienso, por ejemplo, en una obra pionera en ese sentido, Los gozos y las sombras, que muestra un incipiente naufragio ideológico- al descubrir lo evidente: la inviabilidad del Estado fascista salvo como envoltorio de la dominación más descarnada del capital.

[...] Que Cela fue un escritor con talento es indiscutible (aunque sí lo es que no hubiera otros con más méritos para el Nóbel); que fue un fascista irredento y medró bajo el paraguas protector de la tiranía más negra que ha padecido España, también. En este país en que aun quedan tantos resabios del franquismo el culto a Cela es uno más. Los profesionales de la legitimación componen una historia políticamente correcta de Cela que se pueda enseñar en las aulas de Literatura pasando por alto su complicidad voluntaria e inequívoca con un régimen criminal. Como tantos otros, por cierto, con la diferencia de que Cela nunca renegó de ello. Mientras intelectuales de talla mundial languidecían en el exilio o se pudrían (y se pudren) en las cunetas, Cela sigue recibiendo homenajes sin cuento (en el pueblo de Torremejía, por ejemplo, el gallego da nombre a una calle y a la Casa de la Cultura). Por eso los críticos literarios burgueses, al servicio de la verdad institucional, insisten en valorar las obras aisladas de todo contexto: para continuar con sus falsificaciones. Y precisamente por eso es más necesario que nunca recurrir a la crítica dialéctica".

Foto: Bellevue Hospital Center (New York), establecimiento psiquiátrico en riesgo de derribo.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

si cierto los rojos estamos locos
locos por que todos tengan los mismos derechos
locos por que se nos respeten
locos por ser considerados "extremistas
locos por la libertad
locos por la igualdad
locos si en definitiva lo estamos
y claro como no?
también perturbados, sobretodo
los republicanos
perturbados porque todo siga igual que hace años
perturbados porque no entendemos porque sigue un rey que por el simple hecho de nacer nos tiene que representar (entre otras cosas) nos guste o no....
cierto cierto estamos locos... y perturbados

Proyecto Aurora dijo...

Es conmovedor. ¿Te gustaría que lo publicaramos en Aurora Cultural?

Anónimo dijo...

porsupuesto que podeis!!
me sentiría muy alagado!

Proyecto Aurora dijo...

Pues si te parece mira si quieres cambiar algo o alargarlo y cuando hayas decidido que así es como quieres que se publique mándonoslo a proyaurora@gmail.com.

Nos encantaría colaborar a que una persona con sensibilidad y talento como tú pueda difundir su obra.