14/3/09

El Tíbet: algo más que monasterios y monjes budistas

Proyecto Aurora

Hace ahora un año el historiador Carlos Hermida publicó un artículo sobre los disturbios en el Tíbet titulado El Tíbet: algo más que monasterios y monjes budistas. Como creemos que complementa a la información que del post de ayer, os lo ofrecemos a continuación. Vaya por delante nuestro agradecimiento al profesor Hermida por permitirnos publicarlo.

El Tíbet: algo más que monasterios y monjes budistas

Carlos Hermida

Los acontecimientos que han tenido lugar en el Tíbet a mediados de marzo han sido objeto, como en tantas ocasiones, de una descarada manipulación informativa, presentándolos como un enfrentamiento entre los buenos monjes budistas y los perversos comunistas chinos. Pero lo que ocurrió realmente el 14 de marzo en Lhasa, capital del Tíbet, es que una multitud de monjes tibetanos, seguidores del Dalai Lama, incendiaron comercios y edificios, asaltaron escuelas y hospitales, y lincharon a comerciantes chinos y musulmanes, con un balance de dieciocho civiles y un policía muertos, entre ellos cinco jóvenes trabajadoras que murieron abrasadas al ser incendiado el comercio en el que estaban empleadas. Estos monjes budistas, supuesto modelo de trascendencia espiritual y serenidad, parece que se tomaron unos días libres, aparcaron su profunda meditación y se dedicaron a una orgía de brutal violencia que quizás, sin nosotros saberlo, forme parte del peculiar camino que les conduce al Nirvana.

Sin contrastar las informaciones y haciendo oídos sordos a los testimonios de testigos directos, quienes aseguraban que los autores de los disturbios, el pillaje y el saqueo eran los monjes, la mayor parte de los periódicos y las cadenas de televisión han montado una campaña mediática para culpar al gobierno chino de una brutal represión sobre la indefensa población tibetana y su pacífica protesta En esta orquestación de manipulaciones y mentiras no podían faltar las referencias históricas a la ocupación militar de la región en 1950. La intervención del Ejército de la República Popular de China, proclamada en 1949, habría acabado, según esta peculiar versión histórica, con la independencia del Tíbet y establecido una feroz tiranía a la que se enfrentan pacíficamente los valerosos monjes de los monasterios.

Lo que ocultan celosamente los defensores de la libertad tibetana es la situación económica y social de la región antes de esa supuesta ocupación militar. La población campesina estaba sometida a una cruel servidumbre, obligada a pagar innumerables impuestos y realizar servicios obligatorios para los monasterios y la nobleza que alcanzaban hasta el 70% de su trabajo anual. Los monasterios, dueños del 37% de la tierra, controlaban la vida política, administrativa y económica. El resto de la tierra estaba distribuida entre los nobles, que poseían el 24%, y los funcionarios del gobierno, con un 39%. Los Códigos legales clasificaban a las personas en nueve categorías y quienes eran considerados inferiores podían ser vendidos o transferidos por sus dueños. A la cabeza de este sistema despótico en el que se entremezclaban feudalismo y esclavitud estaba el Dalai Lama. El Tíbet no era a mediados del siglo XX una Arcadia feliz de bellos monasterios y elevada espiritualidad, sino un lugar atrasado, sin hospitales ni escuelas, donde la inmensa mayoría de la población era aplastada por los monjes budistas.

El 23 de mayo de 1951 el gobierno de la República Popular China y el gobierno local tibetano firmaron el Acuerdo de los Diecisiete Artículos. El gobierno chino construyó carreteras, escuelas, hospitales y fábricas, impulsando un desarrollo económico que sacó al Tíbet de las tinieblas medievales. En 1959, organizada y financiada por la CIA, estalló una rebelión armada para separar la región del resto del país. El gobierno chino sofocó la tentativa secesionista y el Dalai Lama, junto con varios miles de seguidores, huyó a la India, donde instaló el autodenominado gobierno tibetano en el exilio, financiado por los dólares estadounidenses. Durante varios años, la CIA dirigió operaciones de sabotaje en la región a través de las Fuerza de Tareas Tibetana, entrenada en Estados Unidos.

Tras el fracaso de la rebelión, el gobierno chino aceleró la política de reformas y acometió una reforma agraria que entregó 2,8 millones de ke de tierra a los campesinos (15 ke equivalen a 1 hectárea). En 1965 se proclamó oficialmente la Región Autónoma del Tíbet.

La campaña internacional de mentiras contra China forma parte de la estrategia diseñada por Estados Unidos para desprestigiar, debilitar y fragmentar el país asiático. Convertida en una gran potencia económica, China es un rival peligroso para los intereses del imperialismo norteamericano. El gobierno de Beijing estableció en el año 2001 con Rusia un “Tratado de Buena Vecindad y Cooperación Amistosa” para hacer frente a la hegemonía de Estados Unidos y ese mismo año creó la “Organización de Cooperación de Shanghai”, de la que forman parte China, Rusia, Tayikistán, Kirguistán, Kazajastán y Uzbekistán. El gobierno chino también tiene un acuerdo de cooperación militar con Irán. Todas estas iniciativas se contemplan con hostilidad por parte de la Casa Blanca, que está empeñada en controlar las antiguas repúblicas soviéticas de Asia Central como medio de acceder a las grandes reservas de petróleo del mar Caspio.

Los disturbios provocados por los monjes budistas han sido planificados por el gobierno en el exilio del Dalai Lama con el apoyo directo de Estados Unidos a través de la “Fundación Nacional para la Democracia” (NED), una organización norteamericana fundada en 1983 y dedicada, entre sus muchas actividades de subversión política, a financiar la organización separatista “Campaña Internacional por Tíbet” (ICT), vinculada estrechamente al Departamento de Estado de EE.UU. Apoyando movimientos secesionistas en Tíbet y en la región autónoma de Xinjiang-Ulgur, cercando el país con una tupida red de bases militares y utilizando una extensa red de agencias, ONGs, y medios de comunicación para exigir con descarado cinismo el respeto a los derechos humanos por parte del gobierno chino, Estados Unidos lo que busca es la desestabilización de China y, hasta donde sea posible, su desintegración territorial.

El Tíbet es la punta de lanza de una operación de intoxicación propagandística que nos recuerda los años de la guerra fría. Turbias organizaciones que se dicen defensoras de los derechos humanos, financiadas con dinero de oscura procedencia, se han dedicado a montar el numerito de boicotear el recorrido de la antorcha olímpica por diferentes países, mientras una fauna exótica integrada por periodistas reaccionarios, intelectuales anticomunistas, pacifistas de salón e izquierdistas descafeinados denunciaba las supuestas atrocidades del gobierno chino. Este montaje nos resulta familiar, algo ya se ha ensayado en otros países y que han sufrido otros pueblos: se predispone a la opinión pública contra un determinado gobierno para después justificar el golpe de estado, la invasión militar o la imposición de sanciones. El circo tibetano también ayuda a ocultar temporalmente el genocidio del pueblo palestino, las atrocidades cometidas en Guantánamo, la destrucción de Irak y la crisis del capitalismo.

A mediados de abril de 1938, una expedición alemana, bajo los auspicios de Himmler, el todopoderoso jerarca nazi, y de la “Asociación Ahnenerbe” de Berlín, partió hacia el Tíbet con el descabellado propósito de buscar la presencia de la raza aria en esa zona del mundo. Los expedicionarios llegaron a Lhasa en enero de 1939, visitaron monasterios y bibliotecas y establecieron buenas relaciones con los monjes y funcionarios de la región. Los nazis no encontraron a sus fantásticos arios, pero lo ocurrido en los años posteriores parece indicar que los monjes budistas y el Dalai Lama sí que aprovecharon la visita de aquellos curiosos embajadores alemanes y asimilaron cual alumnos aventajados sus enseñanzas. A la vista de la violencia desatada por los monjes tibetanos y las mentiras propaladas por sus partidarios, proponemos que se añada el nazi-budismo a las muchas ramas y corrientes de pensamiento en que se divide esta curiosa religión.
Fotos: EFE.

1 comentario:

Anónimo dijo...

He flipao!!